José Fernando Montero aterrizó en Barajas el viernes por la noche. Es un suponer… Llevaría en el cuerpo el desfase horario de Cuba, la resaca de ron Havana Club y probablemente algún mojito de despedida en el aeropuerto José Martí. Pero el domingo por la mañana estaba en la salida de los 10K de Bigastro, en la Vega Baja, con el dorsal fruncido con imperdibles a la camiseta y la cabeza todavía en el Malecón.

La Joaquinesca es una de esas carreras que organiza una peña deportiva con el nombre de un santo —San Joaquín, claro, lo que yo no sabía es que fue el padre de la Virgen y, por lo tanto, abuelo de Jesús— y que se ha consolidado (va por la XIII edición), digo yo que porque lo harán bien. Además, doy fe que por aquellas tierras son más generosos que en otras latitudes con la bolsa del corredor (me he encontrado latas de mejillones, botella de vino tinto y hasta una mata de apio en la vecina Orihuela). Bigastro es un pueblo encajonado entre huertas y los tubos del trasvase Tajo-Segura, rodeado de naranjos y limoneros que en diciembre están en todo lo suyo.

José Fernando cruzó la meta en 48:48. Tercero de su categoría, VDM (veteranos D masculino, que no sé qué edades abarca, pero conozco a pocos chavales de veinte tacos que se hagan un 10K en menos de cincuenta minutos). Y eso sin jet lag, sin ron, sin dormir en un avión cruzando el Atlántico.
La cosa es que después hubo caldo con pelota. Que es lo que toca en un día lluvioso, de perros. Los geles para quien los quiera. El estómago pide algo caliente que pueda tomarse con cuchara. Y además el caldo tiene las proporciones justas de sodio, potasio y magnesio que el cuerpo necesita, aunque no tenga etiqueta con información nutricional. Y, por si fuera poco, trae buenos recuerdos…

Días de caldo y rosas.
Ahora, después de un poco de periodismo ficción para animar el domingo, vamos a ponernos serios. José Fernando nos escribe para aclarar que su viaje a Cuba no tuvo nada que ver con mojitos ni con bailar salsa en el Malecón. Regresó a la isla por huir del frío invernal y por afecto con nacionales allá, y sobre todo para agradecer a los médicos que lo atendieron después de un accidente en agosto pasado. Llevó consigo las medicinas que allí son escasas o directamente no existen: antibióticos, antiinflamatorios, todo lo que aquí compramos en cualquier farmacia sin pensar demasiado. Ahora Cuba atraviesa una epidemia de chikungunya y dengue por la insalubridad, la toxicidad alimentaria y la alta contaminación medioambiental.
Y ya que estamos con las aclaraciones: un aviso a navegantes (o mejor dicho a a corredores). El famoso Malecón de La Habana, donde José Fernando entrenó alguna vez, es un paseo marítimo sin mantenimiento, con más trampas en el pavimento que una película de chinos. Cualquier paseo marítimo de nuestras ciudades, por muchos baches que tenga y losas que se hayan desprendido es mil veces más seguro. Al menos, para los tobillos. (Añadiré, por mi cuenta, que yo temo cualquier día enterrar una pierna hasta la rodilla en la zona de tablones de madera del puerto de Cartagena, por el auditorio del Batel). Y eso que voy con mil ojos.
El que avisa…
Resultados:
- José Fernando Montero Rodríguez – 3º VDM – 48:48



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