El domingo 8 de diciembre el Club Maratón Cartagena se repartió por medio Levante, pero lo que podría ser una crónica más de resultados acabó convirtiéndose en una historia de linajes y relevos generacionales. Porque cuando ves a los hijos corriendo maratones y mejorando marcas mientras los padres observan desde la barrera —o desde el mismo asfalto—, te das cuenta de que esto del running tiene algo de transmisión genética. De casta le viene al galgo.
Mientras algunos se lanzaban a los cuarenta y dos kilómetros de Valencia, otros se quedaban más cerca de casa en Torre Pacheco y Puerto Lumbreras. El resumen: tiempazos, sufrimiento, alguna locura de las que merecen mención especial y la confirmación de que en este club pesan los apellidos, pero no las piernas.
Valencia: cuando los genes pueden con el calor

La Maratón de Valencia es conocida por ser rápida. Treinta y seis metros de desnivel en total, o sea, como bajar del sofá al suelo. El problema es que este año el tiempo decidió ponerse veraniego y convertir la carrera en un ejercicio de supervivencia. Aun así, los nuestros no defraudaron.
Daniel Sánchez Pedreño —hijo de Dani Sánchez, expresidente del club, un detalle que el peralico novato que escribe esta crónica desconocía— cruzó la meta en 3:16:49, mejorando su marca personal. Cuando tu padre lo ha sido todo en el club (literalmente, un auténtico hombre orquesta) y tú sales a correr con su apellido en el dorsal, la presión existe aunque nadie la mencione. Pero Daniel no solo la soportó: la machacó. Su declaración posterior fue de una modestia refrescante, en línea con la de otros peralicos igualmente humildes: «Gracias a todos. Muy sufrida por el tiempo veraniego que nos hizo. Se hizo lo que se pudo». Se hizo lo que se pudo. Tres horas dieciséis minutos con calor de julio. Claro, Daniel, claro.
Y si hablamos de herencias, hay que hablar de Carlos, el hijo de José Juan. Segunda maratón de su vida y un crono de 3:12:52 que da vértigo solo de leerlo. Carlos no es socio del club, pero lo queremos igual. José Juan compartió con orgullo la carrera de su hijo en el grupo de WhatsApp, y desde aquí aprovechamos para lanzarle un mensaje directo: usa tus poderes patriarcales y fíchalo ya.
Hablando de genes y de cargos directivos: Daniel Puyosa, hijo de Olga —nuestra presidenta— y de Héctor —secretario del club—, también corre que se las pela. Cuando tienes a la cúpula directiva en casa y sales a entrenar, o lo haces bien o te quedas sin cenar. Daniel lo hace bien. Muy bien. Otro caso más de que aquí las zancadas se heredan igual que el color de ojos.
Y luego está Armando Mayordomo. Un caso aparte. Armando ha completado tres maratones en tres semanas. Sí, has leído bien: tres maratones en veintiún días. La de Valencia fue la última, con un tiempo de 4:08:05. No sé si Armando necesita un fisioterapeuta o un psicólogo, pero desde aquí le mandamos un abrazo y nuestra más sincera preocupación. En el buen sentido. Armando, ya has cumplido hasta después de Navidad. Tienes permiso para darte unos cuantos homenajes en estas fiestas, que los músculos hay que cargarlos de glúcogeno.

Torre Pacheco: once kilómetros con trío de peralicos
En la XIX Media Maratón y XII 11K Villa de Torre Pacheco, el club se presentó con tres corredores que dejaron el pabellón bien alto. Elena García García terminó sexta en la categoría VBF con un tiempo de 0:57:58, a un ritmo de 5:16 por kilómetro. Pablo Hernández Navarro cruzó la meta en 0:58:14, quincuagésimo en VBM y con un ritmo prácticamente calcado al de Elena: 5:17. Yo no lo sabía, pero viendo la foto debí sospechar que son algo más que un par de peralicos random que coinciden en la salida…

La feliz pareja. ¿Quién hace de liebre?
Y el incombustible Pepe —José Lacarcel Wandosell para los papeles oficiales— completó los once kilómetros en 1:04:18, decimocuarto en la categoría VCM. Tres corredores, tres ritmos sólidos.

Hay que añadir (más vale tarde que nunca) que José Antonio Téllez se animó con el 21K y pulverizó cualquier esperanza de llegar yo algún día a subir a un podio en esta vida, ni siquiera cuando cumpla los 60 y sea el ‘junior’ de la categoría. En M55 se marcó un estratosférico 1.33.48, a un ritmo brutal de 4.26/km, que en mi reloj Coros yo solo aguanto máximo unos 10 segundos aprox cuando entreno. Y eso si tengo un buen día. Enhorabuena, Téllez, pero que sepas que te odio. Por lo menos, lo describió con un pelín de épica. «Me pegué un reventón para salir en la crónica». Pues ya sales, con todo merecimiento.
Puerto Lumbreras: Leandro en el podio
En Puerto Lumbreras, cinco mil metros en un circuito de cinco vueltas, Leandro Miras se subió al tercer puesto del podio en la categoría M70 con un crono de 24:18, a un ritmo de 04:56 min/km. A ver, lo voy a repetir porque me parece increíble. Más de 70 años, menos de 5 minutos por kilómetro. Leandro, otro de los históricos del club, sigue demostrando que la edad es solo un número. Y me da mucha envidia.

Leandro, en la fase de vuelo.

Y compartiendo podio.
En fin, domingo de esos que merecen una cerveza larga y una siesta más larga todavía. Enhorabuena a todos los que salieron a comerse el asfalto, con calor, sin calor, en Valencia o en la puerta de casa. Y enhorabuena especial a los que corren con el peso —y el orgullo— de un apellido a la espalda. Más que los genes, es el ejemplo. Es lo que ven, lo que vieron en casa, los kilómetros compartidos con sus progenitores. Seguimos.


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